¿CÓMO DIFERENCIAR LA DEPRESIÓN DE LA TRISTEZA PASAJERA?
- teresacolladopsico
- 9 abr 2022
- 5 Min. de lectura
La mayoría de las personas han sentido en algún momento de su vida momentos de tristeza, apatía, vacío pero cuando estos sentimientos duran semanas o incluso meses, impidiendo que volvamos a adoptar una visión sana de la realidad, es posible que nos hallemos ante una depresión.
El trastorno depresivo es una enfermedad que afecta el organismo (cerebro), el ánimo, y la manera de pensar. Afecta en la forma en que una persona come y duerme. Afecta a cómo uno se valora a sí mismo (autoestima) y la forma en que uno piensa. Un trastorno depresivo no es lo mismo que un estado pasajero de tristeza, tampoco indica debilidad personal, ni falta de voluntad, ya que es una condición y una enfermedad de la cual uno no puede liberarse a voluntad.
La OMS estima que una de cada cuatro personas, pasará por un periodo depresivo a lo largo de su vida, del que la mayoría, alrededor de un 80%, se recuperan a los dos o tres meses de tratamiento. Pero puede convertirse en un problema de salud serio, especialmente cuando es de larga duración e intensidad moderada, causando un gran sufrimiento en las personas que lo padecen.

Estas cifras nos hacen plantearnos varias cuestiones. ¿Es la depresión un trastorno sobrediagnosticado? o por el contrario ¿hay más población con síntomas que pudieran indicar algún tipo de trastorno depresivo, pero que por no acudir a un especialista no son diagnosticados?; ¿es el tipo de sociedad en la que vivimos uno de los posibles causantes de tasas tan altas de depresión mayor?; ¿es la depresión un trastorno biológico o una respuesta al estrés psicosocial con incapacidad del individuo para afrontarla?; ¿es la medicalización una solución en muchos casos o también es necesario una actitud responsable por parte de los sanitarios, familiares y de los pacientes para afrontar este tipo de trastorno?.
El rasgo común de todos los trastornos depresivos es la presencia de un ánimo triste, vacío o irritable, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, acompañado de cambios somáticos y cognitivos (trastornos del sueño y/o del apetito, sensación de cansancio, falta de concentración, etc) que afectan significativamente a la capacidad funcional del individuo.

En el estado de ánimo depresivo, los síntomas psíquicos y físicos son:
Amargura o desesperanza, con tendencia al llanto, con lagrimas o sin ellas.
Incapacidad para experimentar placer y alegría.
Desvalorización o subestimación propia en forma de ideas de indignidad o inferioridad; sensación de incapacidad somática o psíquica; o sentimiento de culpa.
Disminución del apego a la vida o ideas suicidas.
Distintas sensaciones de malestar corporal como dolores localizados en la cabeza, la espalda y presión en el pecho.
Otros síntomas frecuentes son:
Apatía o aburrimiento.
Pensamientos obsesivos sobre un mismo tema.
Falta de concentración.
Disminución de la actividad y distracción, tanto en el trabajo como en otras áreas de la vida.
Estado de cansancio permanente.
Disminución de la libido, disfunción sexual o trastornos digestivos.
En cuanto a los cambios de conducta pueden aparecer:
Brotes de mal humor o inestabilidad del estado de ánimo frecuentes a lo largo del día.
Tendencia a afligirse por todo.
Retraimiento social
Abandono de las lecturas, la radio y la television o de actvidades que antes provocaban placer.
Sensación de soledad o desconfianza.
Descuido en el arreglo corporal y en el vestuario.
Pérdida de apetito y peso, o por el contrario ataques de hambre voraz.
Dificultad para conciliar el sueño.
Pesadillas nocturnas o despertar temprano.
Somnolencia durante el día.
La presencia de tres de estos síntomas, durante un plazo mínimo de 14 días, puede indicar la existencia de un estado depresivo y por tanto, sería necesario un diagnóstico más preciso por parte de un profesional.
Diferencias entre hombres y mujeres:
La depresión se da en la mujer con una frecuencia casi el doble de la del hombre. Los factores hormonales como los cambios del ciclo menstrual, el embarazo, el aborto, el periodo de postparto, la premenopausia y la menopausia, podrían ser una de las causas. A esto hay que añadir que muchas mujeres tienen más estrés por las responsabilidades del cuidado de niños, el mantenimiento del hogar y el trabajo.
En el caso de los hombres, parece que la depresión es una enfermedad infradiagnosticada en el género masculino, según el psicólogo y psiquiatra Alonso-Fernández.
En la mayoría de los casos la depresión en los hombres tiene un inicio progresivo y gradual, a veces tan poco específico que puede pasar inadvertida hasta para el propio paciente. A menudo el síndrome del retardo del sueño, por el que la persona se acuesta habitualmente a horas muy avanzadas, y trastornos de conducta, como la promiscuidad sexual o los comportamientos de violencia, pueden ocultar un cuadro depresivo.

Los episodios depresivos pueden aparecer después de algún suceso estresante como la muerte de un ser querido, un divorcio, una crisis económica, un despido laboral, etc.
La depresión endógena, en cambio, no tiene causa externa manifiesta, entonces su causa puede deberse a una alteración biológica por factores genéticos y/o químicos.
Si recordamos que, una de cuatro personas pasará por un periodo depresivo a lo largo de su vida, las cifras de la OMS pueden ser sólo la punta del iceberg de un problema latente en nuestro estilo de vida occidental.

España es uno de los países con cifras más altas en el consumo de antidepresivos y tranquilizantes. Según el informe, “La sanidad en cifras”, la venta de antidepresivos creció un 14,73% entre el 2012 y el 2016. Sin embargo, hay personas que no acuden a consulta por vergüenza, temor al estigma o miedo; y sufren en silencio. Se calcula que un 50% de los pacientes no acuden al médico (especialmente los hombres) o no reciben adecuado tratamiento”.
Por otra parte hay personas que piden fármacos y ante cualquier inconveniente buscan “soluciones rápidas. Un 80% de los psicofármacos son recetados por los médicos de atención primaria y solo el 20% por los especialistas. Estos datos, aportados por el psiquiatra José Manuel Montes del Hospital Ramón y Cajal, ponen en evidencia que una parte de la población española puede estar sufriendo “sentimientos normales de tristeza” (derivados del estrés laboral, pérdida de seres queridos, problemas con los hijos, dificultades económicas, etc), y que estén siendo tratados como enfermos “deprimidos” a los que se receta medicación, cuando podrían buscarse soluciones alternativas como la terapia psicológica o un mayor apoyo social.
Personalmente opino, que vivimos en una sociedad excesivamente medicalizada, donde no se nos ha enseñado aceptar la tristeza y dolor de la pérdida como un proceso natural del ser humano del que se puede salir; donde parte de la población aún tiene prejuicios sobre el hecho de acudir a un psicólogo por miedo a ser tachado de “loco”. Donde la forma de vida que hemos adoptado nos invita a “producir” por encima de nuestras necesidades, a dar más importancia los logros externos que a buscar la felicidad de una forma más esencial y natural. Y todo eso tiene un coste, no solo económico, sino además un sufrimiento para quienes padecen una enfermedad como la depresión y los familiares que rodean a ese paciente.

Nuestra responsabilidad como psicólogos, no está solo en saber diagnosticar a un paciente y ofrecer el tratamiento y el apoyo necesario para su mejora; también en parte somos responsables de mejorar la educación y ofrecer información a la población en general, para que estos trastornos sean tratados por profesionales cualificados y para que en la medida de lo posible la medicación sea solo una alternativa y no la primera opción de un tratamiento.
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